Los tiempos actuales que estamos viviendo como sociedad ponen aún más de manifiesto la necesidad de reforzar los valores éticos en todos los ámbitos de las relaciones humanas. Y esta necesidad se ejemplifica en las organizaciones, ya sean empresas privadas o administraciones públicas. Las organizaciones serán éticas o no serán. Y a partir de ya.
Según datos del Informe del Ethics and Compliance Institute (ECI) de 2019, el 48% de los trabajadores en Europa afirma que no tiene compromiso con los valores de su organización, y el 61% no ve que exista liderazgo ético en la misma. Si tenemos en cuenta que estos datos son pre-COVID, la situación excepcional que estamos viviendo este 2020 no habrá hecho más que acentuar esta tendencia.
Las organizaciones con falta de compromiso y liderazgo ético difícilmente saldrán indemnes de la profunda transformación global que vivimos. Es más, un buen número de ellas, tristemente desaparecerán.
Por el contrario, aquellas donde ya existía cohesión, donde se compartía una visión basada en el compromiso y el buen gobierno, muy probablemente no sólo sobrevivirán, sino que saldrán reforzadas. En ellas, la situación de teletrabajo, por ejemplo, no ha sido un hándicap importante. Se ha seguido adelante sin especiales contratiempos. Es más, en muchos casos se ha abierto la puerta de manera natural a nuevas dinámicas de trabajo que facilitan la conciliación y la resolución de necesidades puntuales, sin por ello bajar la productividad; más bien al contrario.
Esta cohesión ética es básica, pero no suficiente. La organización, si no lo ha hecho ya, debe dar un paso adelante en otra dirección absolutamente fundamental: la transformación digital auténtica.
Y con ‘auténtica’ no me refiero a la incorporación de herramientas TIC. Hay que repensar procesos, adecuarlos a las nuevas necesidades, y, eso sí, apoyarnos en las TIC para facilitarlo.
Transformación ética y transformación digital unidas permiten a las organizaciones y a sus integrantes no ver la “nueva realidad” con temor, sino como un paso más en el que avanzarán de manera positiva y con confianza. Y en este punto, afortunadamente, encontramos organizaciones de todos los sectores de actividad y tamaño. Sin duda, una buena noticia.
Algunos se estarán preguntando dónde confluyen la transformación ética y la transformación digital: en el canal ético.
Un canal de comunicación seguro, confidencial, por el cual todos los stakeholders de la organización pueden comunicarse con la organización para alertar sobre conflictos o sugerir mejoras.
No hablo de simple correo electrónico. Hablo de una solución ágil y segura, como lo es co-resol, que se convierta en un canal de confianza y de cohesión interna. Porque cada vez más la ética y la confianza determinarán la reputación de la organización.
En definitiva, transformación ética, transformación digital, y de verdad, no en apariencia.
No parece tan difícil ¿verdad? Pero condicionará el futuro de las organizaciones.
Este artículo fue publicado inicialmente en LinkedIn.